En memoria de Ricardo Loewe: Obituario del Comité de Solidaridad México Salzburgo
¡Aunque ya no esté aquí, nos seguirá acompañando!
Ricardo Loewe, miembro fundador de nuestra asociación Comité de solidaridad México Salzburgo falleció el miércoles 9 de noviembre. Tanto él como yo estábamos preparados para este momento y a menudo dijo durante sus últimas semanas que cuando muriera deberíamos bailar en lugar de llorar. Solo que este deseo no se lo podemos cumplir. Ahora lloramos, pero también bailaremos. Lo que sin duda haremos será seguir luchando.
¡La lucha sigue!
¡Seguiremos luchando en su sentido por una vida digna para todas y todos!
Tuve el gusto de trabajar con Ricardo en proyectos políticos durante más de 20 años, gracias a los cuales se forjó una profunda amistad. Entre nosotros y entre nuestras familias.
Ricardo siempre fue combativo cuando se trataba de defender sus convicciones. También nosotros discutimos en numerosas ocasiones, pero por suerte nunca nos peleamos. Aprendí muchísimo de nuestras discusiones, ya que Ricardo tenía unos conocimientos históricos que parecían infinitos. No obstante, una y otra vez también “ganaba” yo con mi punto de vista sobre algún tema. Lo que pasaba en esos casos era que Ricardo se ponía a investigar sobre el tema de nuestra discusión y finalmente me daba la razón. Bueno, lo que gané sobre todo fue el respeto de una persona que, a pesar de nuestra diferencia de edad, experiencia y conocimientos, me miraba de igual a igual. Ese era su don, tratar a todas las personas sin ningún tipo de arrogancia. Esto se mostraba especialmente cuando íbamos a los colegios a dar charlas y entre él y las y los alumnos se notaba enseguida que “había una chispa” y discutían y se hacían y contestaban preguntas mutuamente; también cuando era palpable la curiosidad de las dos partes por comprender algo, aprender el uno del otro, por ver lo que está pasando y cómo podrían ser posibles los cambios a las condiciones insoportables en este mundo causadas por el capitalismo. Ricardo se asomó a las profundidades de estas condiciones durante su labor como perito en casos de torturas. Él quería darles la oportunidad a las personas sobrevivientes y a las familias de las personas asesinadas, de exigir ante los tribunales el reconocimiento del sufrimiento infligido por parte del estado. Pero sobre todo con ello quiso plantar cara al estado y mostrar que estos hechos no se quedarían en el olvido, que no podían ser aceptados y que se debe luchar contra la tortura y la impunidad de todo tipo de violaciones de derechos humanos.
Luchó por la libertad de todos los presos políticos de mundo, se solidarizó con las y los defensores de derechos humanos, especialmente con los centros mexicanos de derechos humanos „Tlachinollan“ en Tlapa de Comonfort, Guerrero y „Frayba“ en San Cristóbal de las Casas, Chiapas y tuvo especial afecto por la lucha de los zapatistas, la Policía comunitaria y la Revolución cubana. Es decir, su lucha fue por todos los esfuerzos para construir una sociedad democrática sin hambre, con derecho a la sanidad y a la educación para todas las personas; pero sobre todo luchó por aquellos que están dispuestos a la autocrítica y a seguir evolucionando. Su motivación era un amor inquebrantable por la gente sin privilegios, a la que esta sociedad despoja de su derecho a vivir con dignidad.
También estuvo comprometido con el antifascismo y la solidaridad transfronteriza durante el tiempo que vivió principalmente en Austria. En Salzburgo participaba cada año en la manifestación del 1ero de mayo y una vez al mes trabajaba en nuestra emisión de radio “La otra cara de México” en la emisora Radiofabrik. Disfrutaba mucho en el Volksstimmefest (Fiesta de la voz del pueblo) y en el Festival de la Canción Política de la asociación cultural Willy en Weißenbach en el Attersee. Su última salida entre hospitalizaciones fue precisamente a ese festival.
Agradeció el interés de Tina Leisch y Erich Hackl por la historia de su vida y por saber que se transmitiría.
En los últimos años, Ricardo nos dio ejemplo de cómo envejecer sin arrogancia, sin aislarse; de como seguir siempre aprendiendo y luchando y, sobre todo, a pesar de todos los horrores, de creer que algo puede cambiar para mejor en esta humanidad. Mantuvo esta convicción incluso en sus últimos meses, en los que cualquier esperanza de recuperación se hacía cada vez más pequeña. Hizo esfuerzos para recuperarse mientras hubo expectativas de mejora, y más adelante se preparó para la muerte. La miró a la cara y, tras un breve susto, se dio cuenta de que en la lucha política también está presente el miedo, pero se aprende a seguir adelante a pesar de él y se aprende a vivir con él y a no dejar de vivir mientras sea posible.
Por un lado, se despidió de su querida familia a lo largo de muchas conversaciones. Por otro, se mantuvo bien informado de lo que ocurría en el mundo, incluso en las últimas semanas de vida. Si un correo electrónico le molestaba porque, por ejemplo, alguien elogiaba al actual presidente mexicano -actual responsable de innumerables crímenes contra los derechos humanos-, esa persona recibía una respuesta con tono muy enfadado, a pesar de que Ricardo apenas podía sostener su portátil. Valoró como “la cosecha de su vida” las innumerables llamadas de compañeros políticos en las que le mostraban su cariño e inmenso respeto a su trabajo. Aunque apreciaba el sistema sanitario austriaco, el interés por las difíciles condiciones de trabajo de las enfermeras que le rodeaban en aquellos meses se convirtió en “su proyecto personal de investigación”. Intentó sembrar la semilla de la teología de la liberación, que era muy importante para él, en los curas del hospital, pero no les dio esperanza ninguna de que pudiera cambiar su convicción atea, la convicción de que tras la muerte sólo queda un puñado de cenizas.
Sí, un puñado de cenizas, pero sobre todo los innumerables recuerdos y las increíbles experiencias compartidas que yo y muchos otros pudimos compartir con él y que algún día contaremos a nuestros nietos y nietas.
Su ejemplo nos acompañará en nuestra lucha diaria por una vida digna para todos.
En cariñoso recuerdo y gratitud
Edith Hanel
para los compas del Comité de Solidaridad México Salzburgo
P.D:
En las últimas semanas pasamos muchas horas en las que yo le leía los libros que Ricardo había elegido. He aquí, pues, no los libros que hay que llevarse a una isla desierta, sino los que Ricardo aún quería escuchar:
Juntos nos emocionamos con la novela histórica El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura, que narra la vida de Trotsky y de su asesino Mercader. El libro Embodiment. Comprender y aprovechar la interacción del cuerpo y la psique fascinó a Ricardo como médico y se alegró de que aún aprendiera algo tan interesante. Y por último eligió: “Feminismo anarquista. Tras las huellas de una utopía”. No pudimos acabarlo. Probablemente también por las muchas conversaciones que acompañaron la lectura de estos libros.
Traducido por Carolina León